UNA ISLA DE ECONOMÍA SOCIAL ENTRE LA MOVIDA DE PALERMO HOLLYWOOD

28 febrero 2013

(Télam) – Entre el ruido y el alto consumo de Palermo, el sector del viejo barrio porteño transformado por las productoras de televisión, los boliches y los negocios para los turistas, hay un lugar donde se practica la economía social: el mercado de Bonpland. 

Hijo del asambleísmo barrial que cundió con la crisis de 2001, funciona en el histórico galpón de estructura de hierro y techo de chapas de Bonpland 1660, heredado de un viejo mercado municipal que murió en la epidemia de neoliberalismo de los `90.

Allí pueden comprarse, a buen precio, alimentos frescos o elaborados artesanalmente, bebidas, ropa, artículos para regalo y hasta libros, cuyo común denominador es que llegan directo de sus productores, en general cooperativas, organizaciones campesinas, fábricas recuperadas o empresas familiares.

Hay quesos, huevos, mieles, cervezas, vinos, mermeladas, tomates triturados, fiambres, nueces, aceites, dulces, conservas.

«Hay verduras pero no se vende carne, sí pollo y, a pedido, también cerdo y conejo», detalla Ignacio Rojo, 52 años, empleado estatal y comerciante, miembro de la cooperadora que conduce este mercado, abierto al público martes, viernes y sábados, de 10 a 22.

Aclara que si bien son todos productos sanos, elaborados en pequeña escala y por lo tanto sin empleo de variedades transgénicas ni pesticidas, no se trata exactamente de producción orgánica, condición que de existir, limitaría su función social.

Juan Pablo Pereyra, 35 años, actor, militante de organizaciones populares contrarias a la economía neoliberal y también miembro de la cooperadora, define al mercado como «un espacio donde el consumidor resuelva su demanda de canasta familiar, pagando un precio justo que vaya lo más completo posible al productor».

La clientela está formada por vecinos y también por gente que, aunque viva lejos, quiere apoyar esta experiencia de economía social, donde además goza de una atención personalizada que se mantiene aun durante las aglomeraciones de los sábados a mediodía.

Porque los 25 puestos del Bonpland, que ofrecen productos de un centenar de organizaciones productivas de todo el país, son a la vez promotores de una economía más justa. Son «organizaciones produciendo valores», como dice un eslogan presente en el lugar.

«Hacé justicia por compra propia. Animate a un consumo diferente», pregona por ejemplo un cartel firmado por el Colectivo Solidario. Y recuerda: «Detrás del consumo están los productores».

En el puesto de La Asamblearia, atendido por Claudia, se propone a su vez «sumate al cuidado ambiental, practicá consumo responsable», y en Mundo Alameda, de la organización La Alameda, que lucha contra la trata de personas, se ofrecen remeras con la leyenda «no chains» (no a las cadenas) y la recomendación «vestite sin trabajo esclavo».

Las fábricas recuperadas están representadas en camperas de Lácar, jamones de Torgelón, muzzarella de Séptimo Varón, tapas para empanadas La Mocita, grisines de Grisinópolis y chocolates de Arrufat.

También hay espacios del Centro Ecuménico de Educación Popular, la Cooperativa Agropecuaria de Productores Familiares de Florencio Varela, el Centro de Comercialización de Productos de la Agricultura Familiar y la cooperativa Río Paraná, de larga historia de luchas en Misiones, a punto tal que su marca Titrayjú, de resonancias guaraníes, proviene en realidad del lema «tierra, trabajo y justicia».

La diseñadora sanjuanina Rosa Zambrano, en el puesto de Soncko Argentino, ofrece indumentaria de diseño artesanal, con marcada influencia de las culturas precolombinas.

La cooperativa Red del Campo, con Ignacio Rojo al frente, vende «todos los mates y otras yerbas», con todo para tomar la popular infusión, desde el termo hasta yerba misionera Kraus, junto con otros artículos camperos.

Los sábados, suele haber actividades culturales y artísticas que atraen más visitantes, y se anuncian por la página de Facebook «Mercado Solidario de Bonpland», como actuaciones de la murga palermitana «Atrevidos por costumbre».

El primer sábado de cada mes, los Ecoclubes cambian material para reciclar (vidrio, plástico, papel) por plantines.

El lugar está limpio y bien ventilado y dispone de buenos baños.

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