“Cuando me encontré en esas islas combatiendo con una potencia como Inglaterra, me pregunté: ¿Qué estoy haciendo acá?”, confiesa Javier Pouysegú, ex combatiente de la Guerra de Malvinas y jefe administrativo de la Cooperativa de Navarro (Copesna). “Debo ser sincero –continúa- en ese momento no creí que se justificara dar la vida por algo tan lejano y que la Argentina nunca había tenido en cuenta. Pero hoy, que quedaron en ese suelo 649 compañeros haciendo guardia eterna, la cuestión la veo muy distinta: en honor a ellos hay que seguir luchando por su recuperación, aunque siempre por las vías diplomáticas”.
Javier, junto a Oscar Oneto y Abel Saborido, ambos también empleados de Copesna, en 1982 formaban parte del Regimiento VI° de Mercedes que combatió en el archipiélago austral. Pouysegú había salido de baja del Servicio Militar en marzo de 1982. Pero el 3 de abril recibió la notificación para reincorporarse y así, diez días después, pisó suelo malvinense. “La primera impresión al bajar del avión –recuerda- fue de tremenda desolación, y ni hablar del frío que hacía, acrecentado por un viento fuertísimo. Durante los primeros días, fue deambular por distintos sectores, ya que parecía que no se tenía muy en claro, donde debíamos hacer nuestra base. Por lo tanto, nos pasamos varios días yendo y viniendo por distintos lugares, caminando con todo el equipaje a cuesta y cavando nuestras posiciones. Finalmente la Compañía “A” se ubicó en cercanías de la playa, entre la ciudad y el aeropuerto. Allí construimos nuestras posiciones; es decir cavamos pozos al costado de la carpa, por si nos atacaban los ingleses. En realidad, dudábamos bastante de que esto fuera a ocurrir, estábamos casi seguros de que todo se iba a arreglar diplomáticamente. El clima era horrible, lluvia casi permanente, vientos de entre 50 y 100 km., temperaturas bajo cero constantemente. Estábamos casi todo el día acostados en la carpa (constaba solo de un paño, sin piso y debíamos estar acostados porque sentados tocábamos con la cabeza en el techo), o haciendo ronda de charlas al reparo de algunas piedras. La comida consistía en un mate cocido por la mañana, un plato de guiso al mediodía y otro por la noche; no era muy rica pero hambre hasta ahí no se pasaba. Era distribuída por las posiciones en una cocina de campaña arrastrada por un camión y nosotros teníamos que ir a buscarla a la ruta en baldes de acero inoxidable para distribuirla por las carpas”.
Pero todo cambió el 1 de mayo. Ese día recibieron los primeros ataques aéreos y navales. Fue el bautismo de fuego. “Era de madrugada y nos encontrábamos durmiendo cuando comenzamos a escuchar disparos de ametralladoras antiaéreas, mezclados con sonidos de aviones que volaban en forma rasante y bombas que explotaban muy cerca. Nadie entendía nada. En el cielo, que todavía estaba oscuro, brillaban las balas trazantes y las explosiones de las bombas antiaéreas. Parecían fuegos artificiales. Salimos de las carpas con lo puesto y nos tiramos de cabeza en los pozos que teníamos al lado. De más esta decir, el miedo y la incertidumbre que pasamos en esos 45 minutos que duró este ataque y que parecieron 3 horas. En ese momento entendimos lo que no queríamos aceptar: estamos en guerra!”.
A partir de allí, todos los días fueron bastante parecidos, con dos o tres ataques de aviones durante el día y otro tanto de los barcos durante la noche. Estos ataques sistemáticos, más el bloqueo naval, cambiaron totalmente la vida de los soldados. “La comida empezó a escasear de manera notable, se terminó el mate cocido por la mañana y solo recibíamos un plato de guiso (casi sopa). Como para agravar la situación, el clima empezó a empeorar. La lluvia comenzó a transformarse en nieve, los pozos a llenarse de agua, y nosotros a sufrir congelamiento en pies y manos. Usábamos la misma ropa con la que salimos de Mercedes y mantuvimos puesta durante más de 70 días. Solo pudimos bañarnos una vez en todo ese tiempo. Por suerte tuvimos un aliado incondicional: la tierra. Como el suelo tiene mucha turba, es inflamable y se utiliza para hacer fuego, por lo que teníamos prendida una especie de estufa cavada dentro de la misma pared del pozo; así también era el hollín que teníamos en la cara, se nos veían sólo los dientes y los ojos”.
Javier y Abel tenían sus posiciones aproximadamente a 50 metros de la costa del mar, formando parte de una defensa armada para contrarrestar un posible desembarco inglés. Oscar había sido asignado como cocinero y tenía que hacer malabares para poder cocinar. Aún así, entre la falta de comida y los bombardeos, se las ingeniaban para poder completar -al menos- un plato de comida diario.
“El desenlace fue muy rápido –continúa relatando Javier-, las fuerzas inglesas eran muy superiores a las nuestras, aunque el valor demostrado por todos los soldados argentinos ha sido reconocido hasta el día de hoy por los oficiales ingleses. Los últimos 3 días de combate, fueron incesantes. Se combatió día y noche; los ingleses con la tres fuerzas (aire, tierra y mar) y nosotros solo con nuestra infantería (tierra). Las noches se transformaban en días debido a la cantidad de bengalas que tiraban al aire para marcar el camino a los gurkas ingleses. Se sumaban a esto los permanentes bombardeos desde las fragatas que rodeaban la isla y los aviones. Llegada la tarde del 10 de junio, todos los sonidos se acallaron, y se pasó a un silencio total; se estaba negociando la rendición. Cerca de las 10 de la noche, se nos comunicó que entregáramos las granadas, descargáramos los fusiles y nos quedáramos tranquilos dentro el pozo; nos dieron unas cuantas cajas de comida, como nunca había pasado hasta ese momento y anularon todos los turnos de guardia. Al amanecer del día siguiente, vimos como pasaban tropas inglesas (soldados bastante mayores a nosotros) por la ruta que estaba a nuestras espaldas con destino al aeropuerto. Cerca del mediodía, entregamos todo el armamento y municiones, que fueron apilonadas y quemadas delante de nosotros”. La guerra había terminado. El regreso se produjo en barco hasta el continente y luego en avión a Campo de Mayo, donde arribaron el 18 de junio. “Allí nos tuvieron encerrados tres días, nos daban de comer 3 o 4 veces por día y bañarnos otro tanto; nos querían cambiar el aspecto antes de entregarnos a nuestras familias”. El 22 de junio regresaron a Mercedes y desde ahí a Navarro.
-La noche de la llegada Navarro no durmió. Nuestras casas estuvieron con gente durante toda la noche, todos querían saber como estábamos. Quiero aclarar que durante los 70 días de conflicto los vecinos se organizaban en distintas zonas a rezar el Rosario y así acompañaban a nuestros padres, quienes tal vez hayan sido los que más sufrieron todo esto. Nuestra inserción en la sociedad fue muy buena, por supuesto con el apoyo de la familia y amigos y fundamentalmente de la población navarrense, quien siempre se portó muy bien con nosotros. Año a año nos acompaña una cantidad inmensa de público a cada acto conmemorativo y siempre están a nuestro lado en cualquier emprendimiento que realizamos. Gracias a ello pudimos inaugurar en el año 2002 el Monumento, que está en una de las entradas a la ciudad y en el año 2008, nuestra sede propia, dos sueños cumplidos con total éxito. Cabe aclarar que la mano de obra utilizada para la construcción de estas dos obras, fueron ex combatientes y los fondos fueron aportados por rifas, cenas, subsidios y por nosotros en forma particular.
¿Cómo ingresaste a la cooperativa?
-En mi caso, al día siguiente de llegar a casa, fui llamado por quien en ese entonces era el gerente de COPESNA, Jorge A. Bruzzone, quien me propuso comenzar a trabajar en la administración de la cooperativa. Por supuesto acepté y aquí estoy desde ese momento, desempeñándome hoy como Jefe Administrativo. Los otros dos muchachos, Oscar y Abel, ingresaron al año siguiente, siendo hoy responsable del depósito de materiales y guardia-reclamos, respectivamente. La inclusión dentro de la Cooperativa, tanto en mi caso como en los otros dos compañeros, ha sido excelente; siempre fuimos respetados y tenidos en cuenta por el hecho de ser ex combatientes de Malvinas.
¿Te gustaría regresar a Malvinas?
-No es algo que me quite el sueño. Si algún día se da, iré, pero no tengo ningún apuro. Lo que sí me gustaría hacer, sería ir acompañado de mis seres queridos, poder ir con mi esposa y mi hija, que ahora tiene 11 años, para mostrarles donde estuvimos y poderlos meter dentro del lugar del cual les conté tantas historias. No me gustaría ir solo, no tengo esa necesidad, que otros se que la tienen.
“Mi pedido –concluye Javier- como el de la mayoría de los veteranos, es que se sigan recordando estos hechos. Que se siga conmemorando cada 2 de abril de la misma manera que hasta ahora. Es el mínimo homenaje que se merecen los verdaderos héroes, esas 649 almas que quedarán para siempre en ese pedacito de suelo. Porque más allá de que a nosotros también se nos nombre héroes (creo que en definitiva lo somos), pudimos reencontrarnos con nuestros seres queridos y retomar una vida relativamente normal, mientras que ellos la vieron truncada a la corta edad de 18 años, defendiendo un pedacito de suelo argentino, olvidado hasta ese momento, mientras la gran mayoría de los argentinos seguía realizando sus actividades normalmente”.
La labor social del Centro de Ex Combatientes
De Navarro fueron 30 soldados a la guerra. Uno de los grupos más numerosos. A ellos deben sumarse un sobreviviente del Belgrano y otro ex soldado que formó parte del grupo que tomó las islas el 2 de abril. Todos regresaron.
¿Cuándo y por qué formaron el Centro de Ex Combatientes?.
-Comenzamos a reunirnos al poco tiempo de volver y oficializamos el centro a principio de los ‘90. Creo que teníamos la necesidad de juntarnos, aunque nadie lo expresaba formalmente. Al principio costó unirse y hablar de lo que pasamos en las Islas, pero con el correr del tiempo, todos se fueron soltando y la gran mayoría ha expresado todo lo que tenía que decir, y se ha logrado una gran tranquilidad interior. Desde hace unos años, en un acuerdo con el Municipio, tenemos la ayuda de un psicólogo, quien viene una vez por semana para atender tanto a veteranos como a familiares en forma gratuita. En un principio nos reuníamos en lugares prestados hasta que construimos la sede propia. Esto nos ha afirmado como institución, ya que logramos mayor unidad entre los veteranos, por sentir ese lugar como propio. Desde hace diez años nos juntamos todos los primeros viernes de mes, a comer, a charlar de todo un poco y a resolver temas referidos a la institución.
El Centro de Ex Combatientes de Navarro, tiene una participación bastante activa dentro de la sociedad de Navarro. Somos invitados y participamos de todos los actos públicos realizados durante el año. Pintamos varias escuelas rurales. El nombre “Ex Combatientes de Malvinas” fue ganador por votación unánime e impuesto al Jardín de Infantes Nº902 y en su 25º aniversario fuimos nombrados sus padrinos. También somos padrinos de una escuela rural en el paraje Sol de Mayo. Un grupo de alumnos de secundaria del Instituto San José realizó un trabajo sobre Malvinas, con la participación de los 30 veteranos de aquí, ganando el premio en las finales realizadas en Mar del Plata el año pasado. En síntesis, estamos totalmente incorporados a nuestra sociedad y debemos ser una de las instituciones más respetada dentro de la ciudad.
¿Cómo recordaron el 2 de abril?
-Este año estuvimos abocados a la conmemoración del 30º aniversario del desembarco en las Islas. Realizamos por primera vez una vigilia el domingo 1 de abril. Fue de una convocatoria extraordinaria y de enorme emoción, que reunió a alrededor de 1.000 personas. Se realizó en el predio del monumento, en donde leímos cartas escritas por nosotros durante el conflicto, se proyectaron fotos, se sirvió un mate cocido de campaña, se cantó el Himno y se encendieron 649 antorchas en forma de cruz (80 x 50 mts.) conmemorando a los caídos en combate. Se vivieron momentos de enorme emoción. Luego armamos un fogón y compartimos vivencias con la población. El 2 de abril se realizó el acto central, también en el monumento, en donde, entre otras cosas, nos nombraron Ciudadanos Ilustres de Navarro. A la noche nos juntamos con todos nuestros familiares en nuestra sede y compartimos un lunch.
junio 1, 2012 a las 9:54
Nuestras FELICITACIONES a nuestros compañeros Javier, Oscar y Abel por haber combatido en esa triste guerra, y nuestro respeto y recuerdo a los 649 desaparecidos.
Amabelia (Sec. Adm.)
Coop. Eléct. de San Emilio Ltda.
junio 1, 2012 a las 11:41
Muy linda nota. Mis respetos a estos grandes, a todos los que fueron en defensa de nuestra patria. En este caso, especialmente a Abel, Fredy y Javier, por ser además de grandes compañeros de trabajo, fundamentalmente grandes personas….
junio 1, 2012 a las 12:13
No puedo dejar de contarles que cada vez que leo esta clase de notas se me llena el alma de una angustia muy grande ,siento que hemos sido una sociedad sin demasiada memoria y me duele sentir que los que estan haciendo guardia no se sientan honrados ,gracias por compartir cada palabra llena de luz y desplegar su memoria para que de alguna manera todos podamos sentir que no son soldados olvidados sino heroes de regreso !!!! gracias por compartir con quienes desde al alma podemos sentir que a pesar de todo nada fue en vano…Bellisima nota,mi mas respetuoso saludo y un agradecimiento eterno.
junio 1, 2012 a las 19:09
Una gran persona de la cual nos sentimos todos muy orgullosos. No sólo de Javier, sino de todos los «chicos» que enviaron a Malvina. Merecida nota.