(Nota de Prensa 066_2017) – Las cooperativas se fortalecen cuando se unen en organizaciones que las representan y defienden con una visión de conjunto, manteniendo la coherencia entre los propósitos de la entidad de base y los del movimiento cooperativo en general.
(Publicado en la edicion impresa de Identidad Cooperativa) – Así como las personas eligen asociarse en una cooperativa para resolver de manera conjunta problemas o aspiraciones comunes que individualmente no podrían satisfacer, de la misma manera las organizaciones se unen de manera estratégica en entidades de segundo o tercer grado o en acuerdos de intercooperación estratégica. El objetivo es trascender lo local desde la doble dimensión de las cooperativas: el vínculo asociativo, más relacionado con su naturaleza social; y el vínculo empresarial, más congruente con su intervención en la economía.
Los fundamentos basales quedaron plasmados en el sexto principio cooperativo reformulado por la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) en 1995: “Las cooperativas sirven más efectivamente a sus socios y fortalecen al movimiento cooperativo trabajando mancomunadamente a través de estructuras locales, nacionales, regionales e internacionales”. En la declaración sobre Identidad Cooperativa, dentro de los comentarios sobre este principio, la ACI expuso que “si las cooperativas han de lograr su pleno potencial, sólo lo podrán hacer mediante una colaboración práctica, rigurosa. Pueden lograr mucho a nivel local, pero deben esforzarse continuamente para lograr los beneficios de las organizaciones de gran escala manteniendo simultáneamente las ventajas del compromiso y propiedad local. Se trata de un difícil equilibrio de intereses: un desafío perpetuo para todas las estructuras cooperativas y una prueba para la imaginación cooperativa”.
Más adelante, en el mismo documento agrega que las cooperativas deben tomar conciencia de la necesidad de reforzar sus organizaciones y actividades de apoyo. “Es relativamente fácil llegar a preocuparse por los intereses de una cooperativa o de un grupo de cooperativas en particular. No siempre resulta fácil -en cambio- ver que existe un interés cooperativo general basado en el valor de solidaridad y el principio de cooperación entre cooperativas”, que trasciende a la propia organización de base. De allí que resultan necesarias las organizaciones de grado superior como apoyo general a las cooperativas para enfrentar problemas que tienen sus raíces fuera de lo local; de manera especial en su representación gremial ante los gobiernos, en su representación empresarial para aumentar economías de escalas o para promover una necesaria visibilidad del sector ante la sociedad en general.
En otras palabras, las cooperativas disponen de estructuras que les permiten funcionar como “un todo”, es decir como un movimiento dinámico pero compacto, y no como meras “islas” perdidas en el gran océano del universo cooperativo o de la economía social y solidaria. El camino para ello es la integración, que puede darse bajo dos expresiones básicas: de contenido social, cumpliendo un rol gremial; o de fines económicos, cumpliendo un rol empresarial. En este punto, para superar la fragmentación, en la búsqueda de un cooperativismo de sinergias y funcionando en redes, la integración ha ido alcanzando una nueva dimensión: la intercooperación.
El objetivo es siempre el mismo: obtener niveles de integración que permitan tejer redes reales que posibiliten el intercambio de bienes, servicios, conocimientos, etc. que efectivamente posicionen al sector como un actor fuerte, sólido y capaz de ser una alternativa real a la economía liderada por el capital financiero.
Para ello es necesario consolidar el fuerte anclaje local de las cooperativas de base. Este es el espacio mínimo, el ámbito de acción inmediata, el territorio, el medio que otorga una cultura específica a la organización y en donde sus miembros encuentran su vínculo o condición asociativa. Pero a partir de allí, convencidos de que las cooperativas –y fundamentalmente el sector de servicios público y esenciales- son importantes agentes del desarrollo de una comunidad, se hace necesario tomar conciencia de que hay que formar parte y sostener organizaciones superiores que las representen, que las defiendan a nivel global, proporcionando coherencia entre los propósitos de las cooperativas de base y los del movimiento cooperativo en general, a través de una visión de conjunto.
En definitiva, al decir de W. P. Watkins en su obra El Movimiento Cooperativo Internacional la cooperación “ofrece a hombres y mujeres una clara y directa línea de pensamiento y acción, que los conduce desde la asociación con sus más cercanos vecinos o compañeros de trabajo, paso a paso, a relaciones mutuamente provechosas con otros hombres y mujeres de los más lejanos rincones del mundo”.
O como bien lo sostiene el presidente de FEDECOBA Ariel Guarco en su reciente plataforma como candidato a la presidencia de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) “es posible y necesario avanzar un paso más en la construcción de un movimiento que se encuentra ante desafíos históricos a nivel global sin precedentes. Hay que fortalecer las estructuras de integración. Un movimiento cooperativo internacional vigoroso requiere organizaciones cooperativas nacionales fuertes y representativas de la pluralidad de nuestro movimiento”. Es un camino que se construye desde lo local hacia lo global, desde el compromiso y la participación de cada cooperativista en su entidad de base pero sintiéndose parte de una red mucho más grande que lo contiene y de la que también forma parte.