(The New York Times) Internet consiste en pequeños pedazos de código que se mueven por el mundo, que viajan por cables tan delgados como un pelo desperdigados por todo el suelo oceánico. Los datos atraviesan así de Nueva York a Sídney y de Hong Kong a Londres en el mismo tiempo en que tú lees esta palabra. Por ADAM SATARIANO
Casi 1,2 millones de cables conectan a los continentes para satisfacer nuestra demanda insaciable por las comunicaciones y el entretenimiento en línea. Las compañías usualmente juntan sus recursos para colaborar en los proyectos de cables submarinos, como si fuera una autopista que todos deben compartir.
Pero ahora Google quiere hacer su propio camino en un proyecto inédito para conectar Estados Unidos con Chile, sede del mayor centro de datos de la empresa en América Latina.
“La gente cree que los datos están en la nube, pero no”, dijo Jayne Stowell, quien supervisa la construcción de los proyectos de cableado submarino de Google. “Están en los océanos”.
Llevar los datos ahí es un proceso cansado y preciso. Hay una embarcación de 140 metros de longitud llamada Durable que después llevará ese cableado al mar. Pero primero esos cables tienen que ser ensamblados en una fábrica en Newington, Nuevo Hampshire. La fábrica, de la empresa SubCom, está repleta de maquinaria especializada que es utilizada para mantener tenso el cable y revestirlo en material protector.
Los cables empiezan como un conjunto de hebras hechas de minihilos de fibra de vidrio. Los láseres llevan los datos a las hebras casi a la velocidad de la luz con tecnología de fibra óptica. Así, cuando los cables tocan tierra y se conectan a una red existente, es como los datos requeridos para leer un correo o abrir un sitio web llegan a nuestros dispositivos.
Muchos de nosotros ahora vivimos la experiencia del internet con wifi y planes de servicio telefónico celular, pero esos sistemas se vinculan en algún punto con los cables físicos que mueven con rapidez la información por los continentes y alrededor de los océanos.
En el proceso de manufactura los cables se mueven por molinos de alta velocidad del tamaño de motores de reacción que envuelven el cable con un revestimiento de cobre que lleva la electricidad por toda la línea para que los datos se sigan moviendo. Dependiendo de dónde va a quedar ubicado el cable, se le añaden plástico, acero y brea para que pueda sobrevivir en ambientes oceánicos impredecibles. Cuando los cables quedan terminados son del grosor de una manguera de jardín casera.
Se requiere de un año de planeación para establecer la ruta del cableado de modo que evite los diversos peligros submarinos, pero aun así los cables se enfrentarán a corrientes fuertes, desplazamientos de piedras, terremotos e interferencia de barcos rastreros. Se espera que cada cable dure veinticinco años.
Hay una cinta transportadora, que el personal llama la Autopista de Cables (Cable Highway), que lo mueve de la fábrica directo al Durable, embarcado en el río Piscataqua. El barco después lleva al mar unos 6400 kilómetros de cable, que pesa unas 3500 toneladas cuando está completamente cargado.
Dentro del barco los trabajadores enrollan el cable hacia tanques cavernosos. Una persona mueve ese cable en un círculo, como si fuera a guardar la manguera del jardín enorme, mientras otras personas se acuestan para revisar que el cable se quede en su lugar sin enredarse y así evitar que se formen nudos. Son equipos que trabajan todo el día y aun así les toma cuatro semanas lograr que todo el cableado necesario para el mar abierto quede dentro del Durable.
El primer cable transatlántico fue completado en 1858 para conectar Estados Unidos con el Reino Unido. La reina Victoria conmemoró la ocasión con un mensaje al entonces presidente estadounidense, James Buchanan, que tardó dieciséis horas en transmitirse.
Desde entonces se han inventado diversas tecnologías inalámbricas y de tecnología satelital, pero los cables siguen siendo la manera más rápida, eficiente y barata de enviar información por los océanos. Pero incluso así no es taaan barata: Google no reveló el costo de su proyecto en Chile, pero los expertos dicen que los proyectos submarinos cuestan hasta 350 millones de dólares, según el largo del cable.
En la era moderna las compañías de telecomunicaciones tendieron casi todo el cableado, pero en la última década los gigantes tecnológicos de Silicon Valley tomaron las riendas. Google ha invertido en unos catorce cables a nivel global. Amazon, Facebook y Microsoft tienen inversiones en otros que conectan sus centros de datos en América del Norte, del Sur, Asia, Europa y África, de acuerdo con la firma de análisis TeleGeography.
Los países ven en los cables submarinos una infraestructura crítica y los proyectos incluso han quedado en el centro de disputas geopolíticas. En 2018, Australia trabajó para bloquear a la compañía tecnológica china Huawei en la construcción de un cable que conectaría a Australia con las islas Salomón por el temor de que con ello el gobierno chino pudiera intervenir las redes de la nación oceánica.
El capitán Yann Durieux dijo que una de sus principales responsabilidades es mantener la moral de la tripulación en las semanas que pasan en el mar para el tendido. Construir la infraestructura de nuestro mundo digital es muy laborioso.
El Durable, con 53 habitaciones y 60 baños, puede albergar hasta ochenta tripulantes. El equipo se divide en turnos de doce horas. Hay señalizaciones para guardar silencio en los pasillos porque siempre hay alguien durmiendo.
La embarcación lleva suficientes suministros para estar en altamar unos sesenta días: alrededor de doscientas hogazas de pan, 100 galones de leche, quinientos cartones de una docena de huevos, 500 kilogramos de pollo y 800 kilos de arroz. Hay trescientos rollos de toallas de papel, quinientos rollos de papel sanitario, setecientas barras de jabón y casi 300 kilos de detergente de ropa. No se permite tener bebidas alcohólicas a bordo.
“Todavía me mareo”, dijo Walt Oswald, técnico que lleva veinte años tendiendo cables desde barcos. Usa un parche detrás el oído que le ayuda con las náuseas. “No es para todos”.
El mal clima es inevitable. Las olas alcanzan hasta 6 metros de alto, lo que en ocasiones fuerza al capitán a ordenar que se corte el cable submarino para que la embarcación pueda dirigirse a aguas más tranquilas. El barco regresa cuando las condiciones mejoran; recupera el cable, porque lo dejan amarrado a boyas flotantes, reúnen otra vez las hebras y siguen con el tendido.
El trabajo a bordo es lento y arduo. El barco que pasa meses en el mar se mueve a unos 9,6 kilómetros por hora a medida que los cables son jalados de las cuencas gigantes por aperturas que están en la parte trasera de la embarcación. Si el Durable está más cerca de la costa hay un mayor riesgo de daños y se usa una barredora submarina para hundir el cableado en el suelo marino.
El personal del Durable no cree que su trabajo se vaya a reducir pronto.
Después del proyecto latinoamericano, Google planea construir un nuevo cable que corra desde Virginia, en Estados Unidos, hasta Francia que estaría terminado en 2020. La compañía tiene trece centros de datos en todo el mundo y ocho están en construcción; todos los que se necesitan para los billones de datos requeridos para las búsquedas hechas cada año en Google y para cada cuatrocientas horas de video que se suben cada minuto a YouTube.
“Realmente hay que gestionar un tablero de ajedrez multidimensional complejo”, dijo Stowell, la supervisora de construcción de Google, quien usa como collar un cable submarino.
La demanda por los cables seguirá creciendo a medida que más negocios empiecen a depender de los servicios de computación en la nube. Además, se esperan nuevas tecnologías como inteligencia artificial más poderosa y los vehículos autónomos que requerirán de una mayor velocidad de transmisión de datos. Las zonas que antes no tenían conectividad web están teniendo acceso; Naciones Unidas reportó hace poco que por primera vez más de la mitad de la población mundial está en línea.
“Esta es gran parte de la infraestructura que permite que eso suceda”, dijo Debbie Brask, vicepresidenta de SubCom, la empresa que gestiona el proyecto de Google. “Todos esos datos van a los cables submarinos”.