(Ámbito) El flamante titular del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social habló con Ámbito sobre la importancia de darle más impulso a un sector clave para la economía argentina como es el asociativista. «Es un espacio de transformación clave», enfatizó. El rol del crédito y los objetivos de su gestión.
“Toda inversión en el cooperativismo queda en el país, circula y crece”. Así resumió Alexandre Roig, flamante titular del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social, la importancia de un actor clave para la economía argentina como es el asociativista. En diálogo con Ámbito destacó la importancia de fomentar el acceso al crédito productivo por parte del sector ya que “es un espacio de transformación clave”.
Nacido en Francia hace 44 años, arribó a la Argentina en plena crisis del 2001 y desde entonces vive en tierras rioplatenses. Su acercamiento a la política se dio a través del Movimiento Evita, donde milita hace décadas, espacio que le abrió las puertas para vincularse con el campo de la economía popular.
Sociólogo y Doctor de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales en sociología económica del desarrollo (Francia), se desempeñó como asesor de la Secretaria de Economía Social que conduce Emilio Pérsico, bajo el ala del Ministerio de Desarrollo Social de Daniel Arroyo. Durante ese tiempo llevó adelante la creación del Registro Nacional de Trabajadores de la Economía Popular (Renatep).
En febrero de este año dejó el cargo en la Secretaría para saltar a la presidencia del INAES, con distintos objetivos en el camino: por un lado, continuar con la tarea del fallecido Mario Cafiero. Por otro, impulsar un sector con un amplio poder de transformación social y que representa en forma directa a más de 350 mil personas.
“Es un desafío”, manifestó respecto a la tarea que tiene por delante, en un contexto por demás complejo. “Todos quisiéramos gobernar en tiempos normales, pero a su vez los tiempos de crisis como el que atravesamos permiten plantear reformas estructurales de la economía”, dijo en forma entusiasta.
Periodista: ¿Cuánto condiciona el contexto a la hora de pensar nuevas políticas para el sector?
A.R.: Frente a una situación de estas características, si bien es un desafío, también es un honor haber sido convocado a contribuir a la economía desde el asociativismo. Obviamente todos quisiéramos gobernar en tiempos normales, pero a su vez los tiempos de crisis como el que atravesamos permiten plantear reformas estructurales de la economía. Es una gran responsabilidad, pero a su vez un espacio de transformación clave.
P.: ¿Cuál es el desafío más importante que te planteas para tu gestión?
A.R.: El acceso al crédito es una de las prioridades. Es lo que la economía necesita, en todos los sectores. En especial planeamos desarrollar créditos no bancarios para la producción, tanto para la actividad productiva propiamente dicha o para el desarrollo de productos. El punto de partida de toda política productivista es asumir que en Argentina hay productores que trabajan y producen. El rol del Estado es potenciar eso y orientarlos si es necesario. Para eso, la gran herramienta es el crédito. La política debe ser darle crédito en todo el sentido de la palabra. Y confiar. Esperamos desde ahí aportar al conjunto de la economía. Además, queremos garantizar el derecho a la producción facilitando la posibilidad de matriculación de las cooperativas. Eso es clave.
P.: ¿Qué tiempo demanda hoy en día?
A.R.: Es muy variable. Puede ir de tres meses a tres años. Efectivamente hay que normalizar ese proceso porque si no hay un marco legal para producir, lo que queda es la informalidad y la desprotección.
P.: ¿La pandemia afectó la representación del sector en el PBI? Hay quienes hablan que expresa un 10%, pero se cree que es mucho más… ¿Es así?
A.R.: Representamos mucho más del 10% del PBI. Hay cerca de 350 mil socios que trabajan en el cooperativismo y mutualismo, pero los que están vinculados al cooperativismo, por ejemplo, los que reciben un servicio de una de ellas, son cerca de 27 millones de argentinos y argentinas. Eso te permite objetivar el lugar que tiene el sector.
P.: ¿Y dentro de la economía informal?
A.R.: Cuando hablamos de números es importante tomar en cuenta el sector informal que no está cuantificado y hoy en día sabemos que es la mitad de la Población económicamente activa. Estamos convencidos que, potencialmente, esa mitad debería organizar el trabajo que realiza bajo forma cooperativa porque es la mejor forma de organizar la producción para el bien común. En potencia son millones de trabajadores.
P.: Luego de tu designación mencionaste que pensabas seguir la línea de Mario Cafiero, ¿qué herramientas de las implementadas por su gestión planeas fomentar?
A.R.: Había líneas, como las que te comentaba del crédito y la matriculación, que ya venía trabajando Mario (Cafiero). Fue de los primeros en avanzar en su concreción. Además, fue quien llevó al INAES a Desarrollo Productivo, lo cual fue y es muy importante porque da cuenta de la relación productivista del cooperativismo y mutualismo. Nosotros queremos darle carne a eso.
P.: ¿Cómo lo harán?
A.R.: A través de distintos proyectos estratégicos que estamos definiendo. Uno tiene que ver con producción y distribución de alimentos mediante mutuales y cooperativas de consumo. Es algo que la sociedad conoce más bien como “proveeduría”, como la Cooperativa Obrera en Bahía Blanca que es un supermercado cooperativo que garantiza precios más baratos. Por otro lado, lo que te mencionaba del crédito es importantísimo.
P.: ¿Consideras que fue buena la respuesta que el Estado le dio al sector ante la crisis económica?
A.R.: Creo que es necesario que haya mayor reconocimiento e identificación del sector dentro de las líneas existentes. Uno de los efectos de la invisibilización del cooperativismo y mutualismo es que no aparezcan automáticamente en muchos de los programas que se generan y tenemos que estar atentos para que esté presente en todas las políticas que generó el Estado para atravesar la pandemia y que serán muchas para el pospandemia.
P.: ¿Crees que el sector está en agenda de la sociedad?
A.R.: Creo que la sociedad argentina es cooperativa y mutual, el problema es que se desconoce como tal. Entre el Estado y el capital privado está el capital social que tiene virtudes inmensas para aportar al país. Tenemos como objetivo transformar los imaginarios que hay sobre el sector.
P.: ¿Es factible hacerlo en un contexto de déficit recurrente donde la asistencia crediticia puede ser más difícil de brindar por parte del Estado?
A.R.: Sí. Es factible, es posible y es necesario. Hay un sector muy dinámico que demanda crédito y capital y que puede crecer muchísimo. Además, tiene una gran ventaja: defiende la producción nacional y los circuitos de cercanía, locales. Todo peso que pones en el sector queda en el país, circula en el país y crece. La segunda gran virtud es en términos sociales, porque tiene obligación y lo hace, de invertir parte del excedente en mejorar la comunicada de anclaje. Tiene un efecto de transformación descomunal. Donde hay una cooperativa, la comunidad se ve beneficiada. La pregunta sería: ¿por qué no desarrollarlo si es pura ventaja?
P.: ¿Y por qué la política no le da más volumen a esto?
A.R.: Precisamente porque pese a ser un país cooperativo y mutual, esa realidad no se expresa todavía en una parte del imaginario político argentino. Creo que ahí está la clave. Eso hace que no sea una alternativa tan visible, a pesar de que efectivamente tiene muchas ventajas para la sociedad y para los que llevan adelante un emprendimiento cooperativo y mutual. De hecho, actualmente el presidente de la Alianza Cooperativas Internacional, que nuclea al sector a nivel mundial, es argentino. Se llama Ariel Guarco. ¿Por qué un argentino es presidente? Tiene que ver con la importancia que tiene el cooperativismo en el país. En algunos países como Alemania, los países escandinavos, Francia, también es clave el sector. La banca cooperativa en Alemania es una de las principales del país.
P.: ¿Cómo se logra generar empleo en un país con un elevado nivel de pobreza que requiere de la asistencia del Estado mes a mes?
A.R.: No hay mil caminos. Las organizaciones sociales plantean uno. Implica asumir que toda la población trabaja y nadie vive de planes sociales. El problema es que ese trabajo este subvalorizado, desvalorizado e invisibilizado. Estamos en una sociedad de trabajo, pero no estamos en una sociedad de empleo, es decir, que el trabajo no se organiza en una relación de dependencia. Es importante que encontremos las instituciones que permitan valorizar y potenciar el trabajo que ya existe. Las cooperativas son una de esas formas porque agregan capital y permiten un proceso de transformación más profundo.
P.: La visión del emprendedor empresario tiene cada vez más raigambre, ¿es posible eso para incorporar a quienes están en la informalidad?
A.R.: Hay algunos pretenden que todos se transformen en empresarios. Eso no va a funcionar porque es necesario que existan procesos colectivos cuando uno vive en la adversidad, porque te salva. Como repite el presidente (Alberto Fernández) citando al papa Francisco: “Nadie se salva solo”. En las dificultades, los colectivos te salvan. Las cooperativas son un gran colectivo. Eso es un punto fundamental. La fantasía de que todos se puedan convertir en funcionarios públicos tampoco funciona.
P.: ¿Y lograr un pleno empleo a partir del crecimiento económico?
A.R.: Es actualmente la fantasía más compleja y con la que uno comulga más: que vuelva el pleno empleo en el cual todos los trabajadores que están fuera de los procesos de trabajo tradicional puedan volver a las fábricas. El problema es que esto tampoco va a ocurrir dada las condiciones de la economía mundial. Debemos profundizamos el camino de la auto organización del trabajo, potenciar el trabajo vigente y valorar formas de trabajo que la sociedad necesita, como el cuidado de las personas y el cuidado del medioambiente, entre otros ejemplos.
P.: Hay quienes plantean que para generar empleo hay que reducir impuestos ¿Qué opinas sobre eso?
A.R.: No hay ninguna automaticidad por la cual uno baja los impuestos y aumenta el empleo, lo sabemos. Pero sí considero que hay que pensar impuestos formulados de manera distinta, captados de manera distinta, donde empecemos a ver dónde se produce el excedente en el contexto actual, por ejemplo, lo que ocurre con las ganancias financieras. Me parece más interesante que discutamos donde está el excedente para garantizar derechos y también trabajo y producción.
P.: ¿Cómo se reformula el sistema impositivo para lograrlo?
A.R.: Es un tema complejo. Implica una vuelta de tuerca. La primera pregunta que nos tenemos que hacer es “qué tipo de sujeto político queremos poner en el centro de la vida política y económica”. Nosotros, como Gobierno, queremos poner a los trabajadores y a los productores en el foco. Eso implica tener un régimen fiscal adaptado a ese objetivo. A partir de ese planteo, debemos tener un sistema fiscal que se adapte a una política donde queremos que haya trabajo y producción, con derechos vinculados a ello. Los derechos tienen costos que se asumen colectivamente a través de la captación fiscal. No podemos pensar el sistema fiscal sin pensar el sistema crediticio. Tanto el fisco como el crédito son expresiones del excedente del capital que definen la orientación de un país. Si lo pensamos al mismo tiempo, con un centro donde están los trabajadores y los productores, entonces podremos cambiar a una institucionalidad adaptada a nuestros objetivos como sociedad.