(La Nación) – En medio de una corriente inversora de la actividad privada basada en grandes desregulaciones, la industria energética de la República Argentina en 1997 recaudó por vía de impuestos para el fisco nacional la suma hoy equivalente a 12.000 millones de dólares, libres de polvo y paja y sin acudir a las confiscatorias retenciones. Así lo anunciaba ese año el presidente del Instituto Argentino del Petróleo y del Gas, ingeniero Oscar Secco.
En cada una de las diez provincias petroleras, las tasas y servicios de las compañías aportaban también sumas de alta consideración de acuerdo con las proporcionalidades de los respectivos territorios. El fenómeno se repitió todos los años de la década del 90 hasta que, en la campaña presidencial de 2003, el equipo del candidato Néstor Kirchner lució, utilizó y anunció con euforia la suma equivalente hoy a 130.000 millones de dólares en inversiones durante esa década, por parte de las diferentes empresas del sector hidrocarburífero y eléctrico.
Compárese ese sistema funcional -genuinamente enriquecedor del pueblo y a su vez del fisco estatal- con la maraña y corrupción de los subsidios del kirchnerismo, el demagógico congelamiento de las tarifas cercano a cumplir los diez años, el antieconómico precio regulado del gas y el petróleo (diferenciándolo del precio internacional), y se tendrá una muestra de la alicaída viveza criolla; fueron todos ensayos dilapidadores en la historia de nuestro país, que nos llevaron a la atroz situación de hoy, en la que el Gobierno se horroriza de los presupuestos cercanos a los 10.000 millones de dólares anuales que la realidad lo obliga a gatillar en importaciones absurdas, interrumpidas desde la época del presidente Frondizi, medio siglo atrás.
Mientras tanto, observamos impávidos un espectáculo que ya linda con lo grotesco: el gobernador de Chubut, recientemente elegido gracias a los votos del ex gobernador Das Neves -disidente del kirchnerismo-, dio un vuelco en contra de sus votantes y pasó a comportarse como un gobernador que responde a la Casa Rosada para embarcarse en una maniobra que apunta a destruir a la empresa YPF. El gobernador Peralta, de Santa Cruz, el mismo que rifó áreas de su provincia para adjudicarlas en «licitaciones» cuestionables a los empresarios sin antecedentes petroleros Lázaro Báez y Cristóbal López, imitó al gobernador de Chubut, provocando un efecto dominó.
No puede ofrecer la Argentina peor imagen ante el mundo para atraer inversores solventes y con sólidos antecedentes tecnológicos. Salvo que los señores Báez y López cuenten con inmensas bóvedas colmadas de miles de millones de divisas en efectivo para aventurar en el riesgoso negocio del petróleo, el gas y el resto de las fuentes energéticas.
Como elemento esperanzador en medio de estos retrocesos que nos dejan atónitos, recordamos que, a pesar de las crisis actuales por la falta de inversiones durante el kirchnerismo, el país sigue gozando de una infraestructura industrial y logística complementaria de la actividad energética que nos garantiza cierta estabilidad ocupacional y tecnológica en el sector.