La producción de alimentos requiere grandes cantidades de líquido. Ante la escasez, el mundo debate cómo hacer más eficiente la cadena productiva.
(Los Andes) – Argentina es el cuarto exportador de «agua virtual» en el mundo, detrás de Canadá, Estados Unidos y Australia. Se trata del líquido que fue necesario para producir lo que se vende a otros países. Es decir, no el que está contenido en forma directa en el producto, sino la cantidad que se utilizó para elaborarlo, lo que se conoce como «huella hídrica». Estos conceptos permiten tomar más conciencia del valor del agua y empezar a pensar de otra manera la relación entre países exportadores e importadores.
Ana Carolina Herrero, profesora e investigadora del Área Ecología de la Universidad Nacional de General Belgrano (Buenos Aires), explicó que la producción agrícola del país se concentra en dos productos principales: el trigo y la soja (de ésta se vende al exterior el 98%).
Cuando se exportan, con ellos se va el líquido que se necesitó en todo el proceso, desde la semilla al momento de su distribución: unos 1.300 litros por kilo de trigo y unos 1.800 por kilo de soja. Y agrega que a escala global, 67% del agua virtual se relaciona con cultivos ?en segundo lugar viene la industria? y que de ese porcentaje casi la mitad está asociado a soja y maíz.
El jueves, en coincidencia con el Día Mundial del Agua, San Luis fue el escenario del Primer Congreso Internacional del Agua. Este año, la ONU ?que estableció la fecha en 1992? designó como tema a abordar el de la relación del líquido vital con la seguridad alimentaria, es decir la garantía de que los habitantes del mundo tendrán acceso a alimentos nutritivos. Precisamente, porque el hombre no sólo consume agua en forma directa para beber y usos domésticos, sino de manera indirecta con lo que come.
Herrero, quien fue la encargada de exponer sobre los conceptos de agua virtual y huella hídrica en la vecina provincia, detalló que para una dieta de 2.700 calorías diarias se estima que son necesarios unos 4.300 litros de agua (en comparación con los 2 a 4 litros que bebe una persona por día).
«El cálculo de la huella hídrica es bastante complejo, porque requiere de muchos datos, pero básicamente establece la cantidad de agua que se usó en todo el proceso de producción. En el caso de la vaca, desde la crianza del ternero, los años que vivió y el procesamiento, hasta que llega al supermercado», detalló la especialista. Además, subrayó que discrimina si se trata de agua de lluvia o de acuífero, pero también considera la que se contamina.
Para calcular la huella hídrica de un producto en una región determinada, se tienen en cuenta también la época del año y la disponibilidad del recurso en la zona. De todos modos, cuando se menciona que para conseguir un kilo de carne vacuna se usaron 15.500 litros de agua, se presenta un promedio mundial. A su vez, se puede determinar la de una persona, una industria y un país.
Intercambio global
Herrero planteó que el concepto de huella hídrica obliga a pensar en cómo se puede hacer más eficiente la cadena productiva, pero también tiene consecuencias en el modo de entender el intercambio entre regiones y países. «Europa es una de las regiones con menor disponibilidad de agua, o sea que deberían tener problemas de escasez porque son muchos habitantes. Pero cuando uno mira la huella hídrica del europeo es muy elevada, es decir están consumiendo bienes y servicios con mucha agua. Y la pregunta es: de dónde viene», lanzó.
En un sentido similar, Bárbara Civit, investigadora de la UTN Grupo Cliope y del Conicet, señaló que el concepto de agua virtual «es importante para ver los flujos que se generan entre los diferentes países». La ingeniera química subrayó que algunas naciones no tienen tierra disponible ni condiciones climáticas para producir ciertos alimentos y que por ello importan, pero esto genera impacto ?lo que se denomina estrés hídrico? en otros lugares.
Herrero aclaró que, como ecóloga, no está de acuerdo en fijar un precio para los recursos, pero al mismo tiempo indicó que en el mundo se está analizando la posibilidad de internalizar los costos de agua como un insumo. «Si uno importa un producto que tiene petróleo, lo cobran, pero con el agua no pasa», reconoció. Es que cuando el uso desmedido del líquido genera consecuencias, las debe afrontar el país exportador.
Para qué usar el índice
Además de este planteo global y de la propuesta de distribuir la producción agrícola por países y regiones en función de la disponibilidad de agua, hay quienes promueven acciones individuales. De esta manera, se sugiere consumir productos y servicios que utilizan menor cantidad de líquido: los vegetales en lugar de la carne vacuna, el té por sobre el café, las prendas sintéticas en vez de las de algodón.
Pero también tiene otras aplicaciones. Civit realizó un estudio de la huella hídrica del turismo en Chacras de Coria que arrojó valores de consumo de agua medido en metros cúbicos. Estos datos por sí solos no eran relevantes hasta que se los comparó con la disponibilidad del recurso en la cuenca del río Mendoza. Allí encontraron que el visitante consume 70% del líquido utilizable por los habitantes del lugar.
Por eso, la investigadora advirtió que si bien la huella hídrica es un indicador muy útil porque ofrece números impactantes, debe ser complementario de otros análisis, como el del ciclo de vida.
En el caso de la huella hídrica del vino, se observa que el mayor consumo de agua se produce por el riego canalizado. Con la intención de reducirlo, se suele optar por el sistema por goteo, pero se recurre a bombas que usan combustible y esto también impacta en el medio ambiente.