En el año 2012, durante el anuncio del Plan Estratégico de Ingeniería 2012-2016, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, propuso cambiar la tradicional frase “mi hijo el Doctor” por “mi hijo el Ingeniero”. La inusual convocatoria se enmarca en una campaña que, desde hace ya varios años, impulsan universidades y profesionales: en Argentina hacen falta más y mejores ingenieros. De acuerdo al Consejo Federal de Decanos de Ingeniería (CONFEDI), en nuestro país hay unos 100.000 ingenieros sobre una población de 40 millones de habitantes: se reciben aproximadamente 6 mil profesionales por año y se necesitan 10 mil.
En ese sentido, nuestra situación es bien distinta a la de otros países: mientras que en China hay un ingeniero cada 2.000 personas, en Alemania, uno cada 2.300 y en Brasil, uno cada 6.000, Argentina se propone pasar en el corto plazo de un ingeniero cada 6.600 habitantes a uno cada 4.000. Esto se debe a que la expansión de la economía y la industria en los últimos años impulsó la demanda de ingenieros, una profesión con pleno empleo y altos salarios que, sin embargo, no logra atraer a los más jóvenes, para quienes se presenta como una carrera muy difícil.
¿Se trata de un problema de vocación, de dificultad o de falta de incentivos? Los especialistas aseguran que las causas de este fenómeno son múltiples: crisis vocacional relacionada con una visión cultural de la profesión; dificultades académicas para resolver cuestiones vinculadas a la Matemática, la Física y la Química; y falta de incentivos por parte del Estado.
El rol de la industria
La situación comenzó a revertirse con la recuperación iniciada en 2002. A partir de allí, y casi sin interrupción, la industria creció a la par de la demanda de profesionales tecnológicos (no sólo ingenieros) que nutrieran a esta nueva matriz productiva. Sin embargo, la curva de la oferta de ingenieros todavía está atrasada en relación a la demanda.
La explosión de la demanda de profesionales, combinada con la escasez de ingenieros, provocó otro fenómeno de fuerte impacto en la formación: frente a la falta de profesionales, las empresas emplean estudiantes de los últimos años de la carrera. Ello conlleva a que los tiempos dedicados al estudio sean insuficientes para continuar regularmente la carrera y en muchos casos para continuarla.
La consecuencia de ello es que, en la actualidad, hay más de 26.000 estudiantes que tienen más del 80% de la carrera aprobada y que, sin embargo, no continúan sus estudios. Y demuestra que no alcanza solamente con la crezca la industria: hace falta motivar, alentar y facilitar a los jóvenes para que quieran estudiar (y recibirse) de ingenieros).
El “efecto Tecnópolis”
Frente a esta situación, el Ministerio de Educación inyectó recursos y tomó iniciativas orientadas a mejorar las carreras de Ingeniería: en el año 2005 se pusieron en marcha los Proyectos de Mejoramiento de la Enseñanza de la Ingeniería (PROMEI), que a finales del 2011 había alcanzado al 100% de las carreras acreditadas en universidades públicas.
Asimismo, en el año 2009 se inició la instrumentación del Programa Nacional de Becas Bicentenario que ha permitido becar en 2011 a más de 45.000 alumnos de carreras científicas y tecnológicas para que, al menos durante los primeros años de la carrera, disminuyera la necesidad de inserción laboral temprana de los alumnos y les permitiera dedicación exclusiva al estudio.
Con el mismo objetivo, se han implementado planes de nivelación entre las Escuelas Técnicas y la Universidad, y se ha convocado a graduados y representantes de la industria que, en cada una de estas Casas de Altos Estudios, aportan propuestas y enriquecen el debate para una mejor toma de decisiones. Es el caso de las Jornadas sobre la Formación de Ingenieros de la UTN Buenos Aires, realizada en 2011, que ha dado inicio a un grupo de discusión en la red virtual Linkedin con el nombre “La formación de Ingenieros en la República Argentina”.
Esta batería de medidas culmina con el Plan Estratégico de Formación de Ingenieros, que establece la meta de graduación de ingenieros más alta de América Latina: ello es un nuevo ingeniero cada 4000 habitantes o 10.000 nuevos ingenieros graduados por año para el año 2020.
La demanda ha estimulado la oferta: entre el 2003 y el 2010 la cantidad de ingresantes se incrementó sólo un 3%, pero la cantidad total de alumnos se incrementó un 17%. Ello obedece a una mejora en la retención del 21%.
La graduación se incrementó un 18%, pero los alumnos avanzados (más del 70% de la carrera aprobada) crecieron en un 61%. De acuerdo a datos preliminares, estos alumnos, en un porcentaje superior al 80% se encuentran trabajando en tareas relacionadas con su carrera.