Las ciudades han empezado a trabajar hace tiempo en dar respuestas propias a las crisis energéticas locales, regionales y globales.
La innovación tecnológica en esta materia es creciente. Los grandes generadores eólicos son más potentes y sus impactos ambientales (básicamente, un cierto riesgo para las aves y la generación de ruido de baja frecuencia) se reducen notablemente a medida que evolucionan.
Con la irrupción de los microgeneradores de eje vertical, la energía eólica de pequeña escala permite aprovechar las pequeñas corrientes de aire turbulento y multidireccional típicas de las ciudades. Este, por ejemplo, es el caso de varias ciudades del Reino Unido que incorporaron esta tecnología.
Los expertos también apuntan que, por ejemplo, la turbulencia que generan los automóviles en una autopista, incluso, puede servir como recurso energético.
Las nanotecnologías y otros métodos aplicados a la construcción de paneles solares fotovoltaicos producen generadores cada vez más potentes y eficientes. Así, surgen centrales solares urbanas y periurbanas. La mayor, actualmente, está en los suburbios de Chicago (10 MWH).
En la Argentina, por caso, se inaugurará el parque solar más grande de América latina en San Juan. Allí se producirán 81 megavatios, el 0,1% de la producción del país.