NUEVOS MEDIOS: CÓMO SERÁN LAS AULAS DE ESTUDIO EN EL FUTURO

22 abril 2013

(La Nación) – Escribe: Nora Bär.

No hace mucho, Nicolás estaba trabajando en su computadora a varios miles de kilómetros de Buenos Aires cuando advirtió que alguien lo llamaba por Skype. Era Manuel, su sobrino de siete años que, vestido con su guardapolvo blanco, le decía en secreto a un amiguito: «¿Ves que lo puedo llamar?». Ambos compartieron una risa pícara sin prestar la más mínima atención a la maestra que, sobre el fondo de la escena, daba indicaciones y escribía en el pizarrón.

La escena, rigurosamente cierta, ocurrió en el segundo grado de una escuela porteña cuyos alumnos habían recibido netbooks del plan Sarmiento. Ofrece un ejemplo elocuente de los desafíos que la era digital plantea en la educación. En un mundo en el que más de 5000 millones de personas tienen un dispositivo que les permite acceder a Internet, en el que el teléfono celular es ubicuo y en el que incluso en África hay más de 100 millones de usuarios de Facebook, es evidente que la escuela ya no puede ser lo que era… aunque aún no se sepa muy bien qué exactamente debería ser.

Este tipo de preguntas son las que intenta contestar Fabio Tarasow, director del Proyecto de Educación y Nuevas Tecnologías ( www.pent.org.ar ) de Flacso. «Hay nuevas formas de acceder a la información -admite-, pero eso no es aprender. Aprender es un trabajo mental que consiste en buscar información, cuestionarla, cotejarla… y esas operaciones fundamentales no cambian, aunque hoy se hagan con la computadora. Hoy tenemos dispositivos, redes sociales. Pero las operaciones mentales que se necesitan para construir conocimiento se mantienen constantes.»

Para Tarasow, que acaba de dar una charla sobre «El aula del futuro» en una reunión TED X, el problema central no está en el dispositivo tecnológico, sino en el pedagógico. «Es más fácil repartir máquinas que transformar el sistema educativo -dice-. Está armado como en el siglo XVIII y es una estructura muy difícil de romper.»

Según explica Tarasow, el aula es un dispositivo tecnológico, pero tan exitoso que lo naturalizamos y nos resulta invisible. «Fue importante para masificar la educación -dice-. Cuando se creó, ya hacía siglos que se daban sermones en las iglesias. El aula tiene a los alumnos agrupados, profesores que estudian una materia, programas, un día pautado…»

Una de las ideas más interesantes es la inclusión de nuevos medios en la educación, es lo que, en inglés, se llama flipped classroom , o aula invertida: en lugar de ir a la escuela a escuchar y recibir información, el material teórico se aprende en casa, con textos dinámicos, videos y recursos multimedia, y la tarea se hace en clase, con el docente supervisando y resolviendo dudas. Esto exige un cambio en la dinámica de las clases, en la disposición de los bancos y en la normativa escolar.

El desarrollo de plataformas y programas especiales también puede dotar a la educación en línea de más calidad que la presencial. «Antes, la tecnología se usaba como un puente para mandar información a los que estaban lejos -agrega Tarasow-. La utilizamos como un territorio compartido.»

Pero el investigador hace la salvedad de que información no es sinónimo de conocimiento. «Así como la comida chatarra es la más barata, pero no la mejor -acota-, los «bits chatarra» están más al alcance de todos, pero no siempre son los más saludables. Tenemos que ir hacia atrás y recordar qué sabemos sobre el aprendizaje y la enseñanza. Cuando pensamos en los procesos de construcción de conocimiento y aprendizaje en línea, sabemos que hay mucho más que los contenidos: está la interacción y moderación con profesores y tutores, el trabajo y el diálogo junto con los pares, la supervisión y la retroalimentación. Debemos pensar estos procesos como un todo o como una red donde se integran los contenidos, las actividades, las interacciones, y cuyo resultado es mucho más que la suma de las partes. Los contenidos son sólo un aspecto del aprendizaje en línea.»

El aprendizaje es un proceso complejo y multideterminado. «No se puede analizar si no lo consideramos en un tiempo específico -subraya Sebastián Lipina, investigador del Conicet en la Unidad de Neurobiología Aplicada del Cemic-. En los últimos cinco años, no menos de diez papers analizan cómo impacta el uso de computadoras en matemática y ven que mejora desempeños durante toda la primaria. Las Tics no hacen que desaparezcan mecanismos de aprendizaje o aparezcan nuevos, en todo caso favorecen algunos en las que están involucradas. En la pobreza los teléfonos celulares pueden resolver problemas que no abordan los sistemas educativos en el aula.»

 «Hoy, los chicos tienen muchos más estímulos que compiten por su atención y acceden mucho más rápido a la información -agrega Gleichgerrcht, director del nuevo Instituto de Neurociencias de la Educación de la Fundación Ineco-. Si quieren buscar un dato, no necesitan ir a la biblioteca. Entran a Google, hacen su búsqueda, e imprimen o guardan el dato que buscaban. Ahora no tienen tanta demanda de atención sostenida. Hay más demanda de atención dividida, porque mientras hacen esa búsqueda online, participan en sus redes sociales, escuchan música, e incluso están jugando jueguitos y enviando mensajes de texto. Habrá que implementar nuevas estrategias para motivarlos. Es uno de los desafíos principales de la educación.»

En la opinión de Antonio Battro, psicólogo, integrante de la Academia Pontificia de Ciencias y promotor del uso de los nuevos medios en la educación, el mundo digital estimula la «autogestión».

«Para Sócrates, todos somos autodidactas, pues el buen maestro no hace más que sacar de cada uno de nosotros los gérmenes de conocimiento que ya poseemos -afirma-. Esta visión es extrema, pero tiene mucho de verdad. Todos somos capaces de razonar y de reflexionar sobre nuestro raciocinio, siempre en desarrollo. La novedad de la era digital es que nos permite a todos ser maestros y enseñar, desde muy temprana edad. El uso de la computadora y de sus recursos tiene la virtud de transferirse con extrema facilidad entre pares, e incluso de niños a adultos, como lo vemos a diario en las casas y las escuelas. Este formidable poder didáctico compartido y en constante crecimiento es nuestra gran esperanza para formar una humanidad más equitativa y solidaria».

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