¿QUÉ APORTAN LOS PRINCIPIOS COOPERATIVOS A LA AGENDA GLOBAL DE LA HUMANIDAD?

30 marzo 2021

(Nota de Prensa 014_2021) Compartimos extractos de la Introducción del libro de Ariel Guarco “Principios Cooperativos en Acción”, en donde enuncia los principales ejes de su nueva publicación. Nota edición N°114 de Identidad Cooperativa.

¿Se puede construir economía a partir de valores como la ayuda mutua, la responsabilidad, la democracia y la solidaridad?

¿Podemos hombres y mujeres crear empresas empezando por elegir esos valores, y luego subordinar la organización del trabajo, la relación con los mercados o las formas en que nos financiamos a estos valores?

Si adoptamos como valores la ayuda mutua y la responsabilidad estaremos decidiendo que nuestra empresa debe ser eficaz porque somos responsables el uno por el otro, y no porque tenemos que competir con el otro. ¿Es esto posible?

Adoptar como valor la democracia es elegir que la mayoría sea la que decide bajo el criterio de “una persona, un voto” ¿Es esto compatible con la gestión empresarial?

Adoptar la solidaridad como valor es asumir que nuestra organización debe ser responsable por el interés colectivo de sus asociados y por el de la comunidad donde está inserta. ¿Se puede sobrevivir siendo solidario en el marco de la economía real?

Preguntas similares a éstas seguramente se hicieron los pioneros del cooperativismo cuando, enfrentados con las enormes inequidades del sistema económico emergente de la revolución industrial, se plantearon la necesidad de otro modelo para construir economía, que pudiese crear trabajo, brindar servicios y satisfacer las necesidades de las familias, pero en base a sus valores: ayuda mutua, responsabilidad, democracia, igualdad, equidad y solidaridad. Estos son nuestros conocidos valores cooperativos, siempre bien acompañados por los valores éticos de honestidad, transparencia, responsabilidad social y preocupación por los demás.

Hacer esto, construir empresas fundadas en estos valores, requiere resolver temas prácticos muy concretos. Debemos resolver quiénes pueden ser parte de ella, cuáles son los derechos y obligaciones emergentes de la asociación, cómo se tomarán las decisiones, cómo se financiará y cómo se retribuirá el aporte de los asociados, entre otros temas centrales.

Este conjunto de formas concretas de organizarnos de acuerdo a los valores cooperativos es lo que habitualmente llamamos principios cooperativos; son las pautas que orientan las prácticas para organizar empresas de acuerdo a nuestros valores.

Desde 1844, el movimiento cooperativo ha hecho un gran trabajo de reflexión y sistematización de distintas experiencias de mujeres y hombres innovadores de todo el mundo. El resultado de esta tarea son los principios cooperativos, cuya última expresión fue aprobada como parte de la Declaración de Identidad Cooperativa en la Asamblea General de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), reunida en Manchester en 1995.

La Declaración de Identidad Cooperativa incluye la definición de cooperativa y los valores y principios. Los valores son permanentes. Los principios no. Mucho menos las formas concretas que ellos adoptan en los distintos contextos sociales, culturales, económicos, legales y tecnológicos.

Debemos tener una permanente actitud crítica. La gran virtud de nuestro movimiento ha sido su espíritu innovador, lo que nos ha permitido construir a lo largo de casi 180 años empresas sostenibles en todas las circunstancias históricas y en todos los territorios. Así fue como llegamos a ser el mayor movimiento empresarial del mundo: casi tres millones de empresas con 1.200 millones de asociados.

Una de las principales responsabilidades de la ACI es velar por estos principios. Eso significa promoverlos, difundirlos, trabajar por su reconocimiento en las distintas legislaciones nacionales, y también actualizarlos, revisarlos y traducirlos en acciones concretas que deben realizar las cooperativas y nuestro movimiento en cada coyuntura de la historia.

Los principios no funcionan sólo de la cooperativa hacia adentro. No se limitan a la relación de la cooperativa con sus asociados, sino que también definen la relación con la sociedad. Principios como los de educación cooperativa, autonomía e independencia, cooperación entre cooperativas y, fundamentalmente, compromiso con la comunidad, nos hablan de nuestra relación con el resto de la sociedad.

Esta mirada común que tenemos frente a la comunidad, es la que nos da entidad como movimiento. Somos movimiento en tanto nos reconocemos en nuestra identidad (es decir en nuestros valores y nuestros principios) y en tanto procuramos difundirlos hacia afuera del mismo.

La sociedad valorará y adoptará nuestros principios en la medida en que se demuestren adecuados para resolver sus problemas, para lograr sus objetivos. Y esto debe ser analizado en cada territorio y en cada coyuntura.

Por ello, una de mis principales preocupaciones desde que ingresé al Consejo Mundial de la ACI, en 2013, fue reflexionar sobre qué aportan los principios cooperativos a la agenda global que hoy enfrenta la humanidad y qué nuevos caminos y prácticas debíamos asumir como movimiento frente a esa nueva agenda.

Temas como la defensa del planeta, los derechos de la mujer, el trabajo decente, las nuevas tecnologías, la globalización financiera y la paz, entre otros, requieren respuestas urgentes de las que debemos ser parte.

Si queremos ser un movimiento protagonista a escala global, tanto nosotros como la comunidad internacional debemos tener en claro cuál es el aporte concreto de los principios cooperativos a la agenda global. Debemos poner nuestros Principios Cooperativos en Acción.
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¿Cómo incorporamos la sostenibilidad ambiental como un valor en nuestras empresas? ¿Y la equidad de género? ¿Y la paz? ¿Cómo lograr que el desarrollo sostenible, y no la renta financiera, sea el eje de la economía? ¿Y que el futuro del trabajo sea de dignidad y no de precarización?

Muchos hombres y mujeres en el mundo se hacen preguntas como éstas. Nosotros debemos demostrarnos y demostrarles que parte de la respuesta son los principios cooperativos. No se trata sólo de enunciar valores, como sostenibilidad, equidad de género, paz o trabajo decente. Hay que transformarlos en pautas para construir economía. Y esa es nuestra especialidad.

El eje de nuestra tarea es promover la siguiente idea: no cualquier modelo de empresa responde a cualquier modelo de desarrollo. Si queremos desarrollo sostenible, con equidad de género, que promueva la paz, que subordine el interés financiero a las necesidades de la comunidad, que se sostenga en el trabajo decente, entonces necesitamos modelos empresariales compatibles y convergentes con estos objetivos. No se trata sólo de valores, ni alcanza con hombres y mujeres conscientes y responsables. Lo que se necesitan son principios adecuados para organizar nuestras empresas.
(…) *

Business executives discussing with their colleagues on whiteboard during meeting at office

Trabajo cooperativo

Hay dos ejes principales que recorren todos los capítulos de este libro: Democracia Económica y Cooperación Internacional. Compartiremos con ustedes algunos párrafos sobre los mismos porque reflejan en buena medida tanto las hipótesis como las intenciones con las que hemos trabajado.

La concentración del poder económico y su correlato, la extrema desigualdad que hoy padecemos, son el origen de gran parte de los problemas que debemos superar. La globalización económica hegemonizada por el capital financiero y sin vínculos ni compromisos con el desarrollo territorial; la deslocalización de la industria al compás de la mayor explotación del trabajo; la subordinación de nuestra alimentación a la lógica de maximización del beneficio de las multinacionales del negocio agroindustrial y comercial; la falta de compromiso con el ambiente y con el desarrollo de largo plazo; la desnaturalización del debate público por el papel de los grupos hegemónicos de medios de comunicación, son todas consecuencia de una economía controlada por unos pocos y al servicio de esos pocos.

Democratizar las decisiones sobre qué y cómo producimos, o en qué invertimos nuestros ahorros, constituye una parte importante en la búsqueda de caminos alternativos que nos saquen del riesgo ambiental, la desigualdad social y la violencia. Esto es lo que argumentamos y procuramos demostrar en gran parte de los capítulos.

En nuestra visión, no hay programa de democracia económica si no se incluye la experiencia cooperativa y, a la inversa, cualquier programa que se reconozca en los principios cooperativos, es un programa de democratización de la economía.

Nuestro principal éxito como movimiento ha sido demostrar que puede ser sostenible una empresa gestionada democráticamente por sus usuarios, por sus trabajadores o por sus productores asociados. La propia decisión de funcionar como una cooperativa, más allá del tamaño, la localización o la antigüedad de cada una, comienza por poner el control de la empresa en manos de la democracia.

No somos la única propuesta ni las únicas organizaciones que podemos aportar en este sentido. Nuestra apuesta por la democracia económica debe ser parte de un programa de muchos protagonistas, que incluya al Estado en sus distintos niveles y a otras organizaciones de la sociedad civil, como el resto de las empresas de la economía social y solidaria, las formas comunitarias, los sindicatos o las universidades.

La potencialidad de un programa de democratización económica radica en que pueda ser asumido por casi todos los sectores la sociedad. Todos somos consumidores y podemos trabajar para que nuestros intereses y nuestros proyectos (por ejemplo, el consumo ambientalmente responsable) sean respetados a partir del ejercicio de la democracia en la organización de la economía. Los productores, emprendedores, pequeños empresarios y profesionales pueden trabajar para democratizar el acceso a los mercados e insumos que requieren para su desarrollo. Democratizar es desmonopolizar. Los trabajadores pueden apostar por formas empresarias democráticas, donde la organización y gestión del trabajo estén en manos de ellos mismos. En particular, cada una de las comunidades locales estará interesada en tener mayor peso en las decisiones que afectan a su bienestar. Y eso es también democratizar la economía.

Finalmente, la democracia es el principal vehículo para construir una economía en base a valores, porque los valores son de las personas. De las personas que aportan su trabajo, su producción o sus ahorros a la empresa. De las personas que consumen o usan los servicios de las empresas. Allí están los valores. La única chance de construir una economía en base a valores es poner la economía en manos de las personas democráticamente organizadas, y que, de acuerdo a sus intereses y aspiraciones, sean ellas quienes decidan cuáles son los principios y prácticas que adoptarán para organizar la producción, la distribución de bienes y servicios y la retribución de los factores de producción.

El otro eje que recorre todo el libro es la cooperación internacional. Como explicamos en varios capítulos, la historia de la integración cooperativa a nivel global está íntimamente ligada al desarrollo del sistema de Cooperación Internacional. Y gran parte de nuestra agenda como movimiento es la agenda aprobada por la comunidad internacional, desde la Declaración de los Derechos Humanos de 1948, hasta los Objetivos de Desarrollo Sostenibles de 2015.

Este es un debate que debemos tener claro, en primer lugar, hacia el interior del movimiento cooperativo. Como corolario de los principios cooperativos de cooperación entre cooperativas y de preocupación de la comunidad, el movimiento cooperativo debe ser parte activa de los esfuerzos internacionales por la paz y el desarrollo sostenible. La cooperación internacional como responsabilidad de los Estados para el cumplimiento de los derechos humanos es consecuencia de la cooperación entre las personas para resolver sus problemas comunes, cuya expresión más genuina en el campo de la economía son las cooperativas.

Cooperación internacional y cooperativismo comparten mucho más que una misma raíz semántica. Ambas son expresiones de la potencia de la fraternidad humana para resolver sus problemas y construir su futuro.

Por otro lado, es necesario que los organismos internacionales hagan propio lo que dice la OIT en su Recomendación 193; lo que dijo la Asamblea de Naciones Unidas cuando declaró al 2012 como Año Internacional de las Cooperativas; y lo que se desprende de los sucesivos informes sobre las Cooperativas en el Desarrollo Social del Secretario General de Naciones Unidas: la mejor cooperación internacional es la que se traduce en mayor capacidad de la sociedad civil autónoma para solucionar sus problemas en forma autogestionada. Y eso somos las cooperativas.
(…)
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En 2020 celebramos el 125° aniversario de creación de la ACI y el 25° aniversario de la aprobación de la Declaración de Identidad Cooperativa. Excelente oportunidad para poner en valor nuestra Identidad Cooperativa y debatir su fortaleza frente a los grandes temas que nos afectan como humanidad.

Cada cooperativa y cada uno de sus miembros deben reconocerse en la Identidad Cooperativa y estar orgullosos de ella. Y esto será así cuando cada hombre y mujer, al tomar contacto con una cooperativa, sepa que lo está haciendo con una empresa basada en valores, que ha incorporado en su organización temas como la paz, la defensa del planeta, la igualdad de género, el trabajo decente y el desarrollo sostenible.

Para esto es necesario construir un vínculo estrecho y dinámico entre la Identidad Cooperativa y los desafíos que hoy enfrenta la humanidad, lo que requiere un gran esfuerzo de todo el movimiento que incluya al trabajo diario y responsable de cada cooperativa en su localidad y al cooperativismo global como actor protagónico de los esfuerzos de la Cooperación Internacional por la Paz y el Desarrollo Sostenible.

Extractado de “Principios Cooperativos en Acción”

IDENTIDAD COOPERATIVA N°114

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